viernes, diciembre 02, 2016

Fantasía delirante



(Artículo de opinión publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_g-_requena/Fantasia-delirante_0_968303204.html), el viernes 2 de diciembre de 2016)

Siguiendo con algunos de los fascinantes temas de la psicopatología que tienen que ver con la convivencia ciudadana y la política, me parece adecuado y muy pertinente, dado el torrente de emociones que han desatado la eliminación del revocatorio, el triunfo de Trump, la muerte de Fidel, la masacre de barlovento, el fatal accidente de los futbolistas brasileños, los enormes incrementos de la inflación y del precio del dólar, y la agónica paralización del diálogo, mencionar la actitud que es generada por la fantasía y por el delirio, cuando van juntas. Situación frecuente en la historia del mundo.
Pues sí, apreciado lector, la fantasía delirante, que es en realidad un paso más allá de la fantasía y un pasito menos que el delirio franco es, sin embargo, una situación límite entre la locura delirante y la imaginación desbordada, rica y productiva. Esta última correspondería, gráficamente, a un cuadro de Dalí o de Picasso y la locura delirante a una descripción ilustrada de personajes y sucesos inexistentes, cuya visión es exclusiva para el desquiciado que la narra o la ve, la escucha y la padece.
Estas situaciones mentales, tan llamativas como dolorosas y tan difíciles de curar como lentas en su evolución, son a veces impuestas a las vidas de muchas personas por situaciones de excesivo estrés, tensiones insoportables, esperas interminables, resultados inesperados y maltratos recibidos o esperados de personas sin conexión aparente o posible con sucesos sorpresivos y generadores de malestar e insatisfacción insuperables o fuertes sentimientos de frustración. Pues bien, así nos encontramos muchos habitantes de esta tierra de gracia. Compartimos la angustia, el desagrado, la impaciencia y la frustración. Nuestro malestar nos lleva a vivir fantasías irrealizables y ello, a su vez, a padecer y mostrar actitudes exigentes, fantasiosas y que pueden llegar a ser delirantes, es decir, fuera de lo esperado como adecuado, sano, prudente, respetuoso y estimulante, convirtiéndonos entonces en injustos jueces de aquellos semejantes que han asumido, en nuestro nombre, nuestra defensa y la lucha por nuestros intereses más generosos y sublimes desde el punto de vista social y político. La consecuencia es la crítica acerba, corrosiva y descalificadora de aquellos personajes que hemos encargado de esa responsabilidad y a quienes no estamos dando el voto de confianza y apoyo que ellos necesitan y se convierten entonces en las víctimas propiciatorias de unos y otros. Al final somos todos contra ellos. Los buenos, los malos, los mediocres, lo que saben, los que no saben, los que quieren y los que no quieren.
Total, desilusión de los mandantes, frustración de los enviados y fracaso de las gestiones debido a la fantasía delirante de lograrlo todo ya, sin dolor alguno, según un único e inmodificable gusto personal. La MUD necesita apoyo irrestricto, constante. El fracaso para ellos no es una opción y tampoco debe serlo para nosotros. Apoyar y soportar su esfuerzo, con pasión; defenderlos y mostrarles confianza, son las claves del éxito. Lucir separados, disgustados, insatisfechos y retirarles nuestro apoyo, es el error que el adversario espera que cometamos. Es mostrar la división que nos puede arruinar. Lo contrario, la solidez y la confianza con apoyo personal y grupal es la receta de la seguridad en el rol de negociador.
Si vamos a fantasear, a imaginar cosas para el futuro, hagámoslo optimistamente, positivamente, con la esperanza por delante, no juguemos al fracaso porque una fantasía delirante que nos pasó por la cabeza, opacó y nos impidió ver el futuro soñado.

miércoles, noviembre 30, 2016

Ilusión


 
    La ilusión es parte importante de nuestra vida. De hecho no tener ilusiones debe ser algo terrible. Mantenerse en un constante contacto con lo concreto, ser pragmático y objetivo y no echar al vuelo la imaginación y no desear metas de fantasía o realidad en apariencia inalcanzables, debe ser tan estático, monocromático y desprovisto de emoción, como mirar la vida por un tubo. En otras palabras, la alegría y las penas, la luz, el movimiento, la energía, la esperanza y la fantasía, son el alimento básico de nuestra imaginación y el motor de nuestros deseos e ilusiones, es de ahí de donde sacamos las energías para esperar, luchar, mantener y reforzar nuestro espíritu y nuestras creencias, así como inducirnos a luchar por lo que queremos, lo que creemos y aquello que nos parece justo y adecuado. Una vida sin ilusiones es una vida gris, mate, tosca, hueca, tiesa y oscura. Es una vida sin sombras ni contrastes. Es la vida de quienes han perdido las esperanzas. Es la vida de quienes ya no tienen el timón, de quienes se ven batuqueados y llevados por los vientos que soplan, sin rumbo propio, sin pensar en el después.
Allí quieren llevarnos y a punto están de hacerlo. Poco falta para que nuestras ilusiones de un país más brillante que el sol y más dinámico que la energía del universo, se conviertan en la opaca cara de la luna, solo iluminada, sin luz propia. Eso es lo que desean los gobernantes actuales de esta tierra de gracia. Que no tengamos ilusiones, que vivamos solo aquello que nos permiten vivir, que hagamos solo aquello que nos permiten hacer, que comamos lo que nos den, que creamos solo lo que nos dicen que debemos creer y que nuestras potencialidades se plieguen a las necesidades del partido, del gobierno y de la camarilla de cómplices que diseñan, por incultura, desconocimiento, envidia y falta de imaginación, un camino ciego, sin más retorno que el carrusel de volver a empezar, una y otra vez, una y otra vez.
Hasta ahí nos han traído, pero está en nosotros mantener viva la llama de nuestro espíritu, de nuestra energía y de nuestra esperanza. Hay que mantener las ilusiones y crear muchas más. Pero no entregar esa tarea a otros, es una tarea personal, igual para todos, que suma su valor individual al colectivo cuando encuentra la identificación con otros. Me da igual quien lo hace siempre que lo haga, me da igual quien me represente, siempre que lo haga con probidad. Hay muchas ilusiones en juego en Venezuela y somos muchos los que sentimos la cercanía de la penumbra.
Debemos fomentar la ilusión y la lucha por la claridad, la brillantez de la verdad y de las acciones positivas para la nación. Plegarse a arreglos que solo benefician al gobierno y perjudican en sus intereses colectivos más preciados a la ciudadanía, es inaceptable. No hay diálogo cuando privan la defensa de hechos anticonstitucionales, juicios amañados, presos de conciencia, mentiras generadas para cubrir incapacidades y negligencias, además de amenazas permanentes, manipulaciones mediáticas sobre la violencia que es practicada de forma continua por el gobierno y acusaciones e insultos personales e institucionales además de protección y engavetamiento de denuncias y pruebas de corrupción.
Es esta la hora de estar en la calle, de defender y buscar lo que nos corresponde. Ya no hay que seguir pidiendo ni esperar la concesión graciosa de derechos que me pertenecen. No ya no. Es la hora de cumplir alguna de mis ilusiones y de las tuyas.


Dictadura y paranoia



Padecer de delirios de persecución es un estado terrible de angustia y desespero permanente. No hay paz ni un momento. Se pierde la serenidad. No hay lugar en el cual sentir seguridad ni cobijo, nadie es confiable y la inclemencia de esa situación lleva al aislamiento, a la suspicacia, al temor, al pánico, y arrastra al entorno familiar y social. La desconfianza se extiende a los alimentos y a los allegados, incluso a la naturaleza, a los niños, a los viejos, a las religiones y a las ideas.
El recelo es la regla, el aislamiento y el sometimiento de quienes le rodean, así como el control férreo de acciones, situaciones, alimentos, dineros, bienes, amistades y hasta de los supuestos o reales enemigos o adversarios.
Todo es con sospecha o bajo sospecha. Todos los insumos, materiales o intangibles, son prohibidos, desechados y rechazados.
Esa es, en parte, la vida de un paranoico.
Completa el cuadro su inmenso sufrimiento personal, equivalente a saberse único en el universo y en la mira maléfica y destructora de todos. Es el narcisismo llevado al grado superlativo: los que me adoren lo harán porque yo los seduzco, los obligo y los reduzco a mi voluntad, a mi deseo, únicamente. Ese aspecto de solo sentirse amado por la gestión de ellos mismos, conlleva un sufrimiento adicional de incomprensión, de sentir que sobre sus hombros pesa todo y así hay que llevarlo, con inmenso sacrificio personal, sin rédito, sin reconocimiento afectivo real.
¡Qué soledad tan grande! ¡Qué sufrimiento!
El cuerpo humano no soporta tanta exigencia, tanto tiempo y sin descanso. El cuerpo enferma y si su mente también lo está, esa enfermedad es creciente, perturbadora, inclemente y, o muere, o mata a otros.
Esa es la pintura de la paranoia de persecución. Quite o ponga un síntoma o un hecho más o menos, pero ese es el cuadro. Aplica tanto al individuo delirante encerrado en una esquina de su cuarto, temblando del miedo y amenazando a quien se le acerque, como al paciente escapado y recorriendo carreteras buscando incesantemente un lugar y unas personas que le infundan la paz que no tiene y no puede conseguir. Pero también es aplicable a jefes de estado, guerreros, políticos y hasta empresarios exitosos.
El desafuero es tal que estas personas, envilecidas por su malestar infinito, son capaces de todo a fin de adormecer la sensación de peligro inminente que les acecha en todo momento. El fin justifica los medios y los medios no son escrutados ni valorados, solo utilizados. Normas, regulaciones y leyes no son aplicables con la mesura que las originó, pero sí con la función añadida que la paranoia les endilga.
No se fían de nadie y nadie se fía de ellos, pero todos les temen y ellos temen a todos.
La Cuba depauperada, triste y taciturna de hoy, la Venezuela depauperada, todavía alegre, pero muy mal humorada de hoy, son resultado de la paranoia persecutoria de algunos de sus gobernantes, originalmente luchadores socialistas que devinieron en defensores paranoicos de prebendas y de una cadena interminable de injusticias, mentiras, tergiversaciones y maltratos opresivos y represivos a ciudadanos que se convirtieron para ellos en amenazas a su poder absolutamente corrompido.
La desaparición física de Chávez no cambió la cosas. La de Fidel, tampoco lo hará. Pero ambas pueden desatar las aspiraciones de algún otro iluminado intergaláctico que aspire a absolutista, esta vez, más encumbrado y más litúrgico.
Nos siguen esperando tiempos difíciles. Debemos seguir estando claros en nuestra intención y finalidad humanitaria y social, políticamente correcta: la democracia y la justicia.

El venezolano defraudado

(Ensayo escrito en agosto de 2004. Publicado en el libro: "Receta contra el fraude". Editor: Luis José Uzcátegui. Editorial ALFADIL. Caracas 2004)

¿Hubo fraude?

Las situaciones por las que atravesamos los humanos no siempre son susceptibles de ser demostradas y debemos aceptar entonces que, aún sin demostración, la situación padecida existe, es genuina, esta ahí. En otras palabras, un suceso no es sólo lo que se puede demostrar o probar, es también lo que sentimos que es. No se es lerdo u obtuso por sentir; como tampoco se es inteligente o agudo por aprehender lo verás, real y objetivo de un asunto. Pensar en un suceso determinado está tan ligado al suceso mismo como a la fantasía y la fantasía a su vez, estará ligada a la información previa que tenemos del suceso y a nuestra cultura, costumbres y hasta a la manera de razonar. Por ejemplo, creemos saber de la manera como los llaneros afrontan las preguntas y hasta los problemas: su aparente parquedad y ambigüedad en la respuesta. También puede ser que desarrollemos un concepto sobre cómo un grupo social o étnico puede actuar en determinadas circunstancias, como fue el caso de los venezolanos en esta última contienda electoral, en la cual teníamos la seguridad del resultado, apoyados, sobre todo, en los famosos "exit polls" y en las encuestas previas. Salvo algunas encuestas que se reputaron como amañadas, casi todas daban ganadora a la actitud revocadora. Al final resultó que no fue así y la sorpresa grande y chocante parece no tener explicación. Lo lógico se había convertido en ilógico. Lo esperado, en desesperanza y frustración. Tal y como creemos saber cómo son las respuestas de los llaneros, también pensamos que sabemos como son las de otras gentes, y eso no es así, ni en el caso de los llaneros ni en el de las otras gentes, menos aún de los votantes en el referendo.

Finalmente, lo que ha quedado es la sensación, casi generalizada, de un enorme y continuado fraude, practicado por personas e instituciones que no nos merecen credibilidad ni confianza y que han hecho lo indecible por distanciarse de la equidad y la justicia, apoyados en el falso precepto de la autoridad conferida como poder superior al de pueblo que la confirió.

¿Por qué las encuestas no sirvieron?

En los años 30 del siglo pasado, el psicólogo ruso Alexander Luria, quien fuera profesor de Psicología de la Universidad de Moscú, intentó probar experimentalmente que los pastores de la región de Uzbekistán, en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), poseían una forma de pensar infantil y pre-lógica, tal y como se suponía que pensaban los niños. Como creía y suponía haber demostrado el también psicólogo Jean Piaget. El resultado final del experimento fue que los campesinos uzbecos, al igual que los llaneros, los niños y otros grupos, sí hacen uso de una lógica tan evolucionada como la nuestra de adultos cultos, pero además sus respuestas están condicionadas por la desconfianza en las preguntas aparentemente contradictorias y absurdas del experimentador, por ejemplo, al plantear un silogismo elemental para estudiar la capacidad deductiva, le planteaban a los campesinos uzbecos la frase: "No hay camellos en Alemania. La ciudad tal está en Alemania. ¿Hay allí camellos o no?" Luego de repetir la frase los campesinos solían responder: "No se, nunca he estado en Alemania", respuesta evasiva que muestra junto con las otras respuestas que dieron los campesinos uzbecos, que se desconfía del encuestador, del experimentador. Es una estrategia de no cooperación en la cual el entrevistado rechaza así la convención preconcebida del examinador y elude la humillación de responder a preguntas insultantemente sencillas. Esa situación de desconfianza se ha visto suceder con frecuencia creciente en otras latitudes y a propósito de investigaciones semejantes. En ese momento en que se efectuaron esos experimentos, en pleno auge de los soviet, había persecución y gran inestabilidad política en la URSS, negarse a responder sin realmente hacerlo, fue una forma de actuar lógica y muy desarrollada. ¿Podrían las respuestas a las encuestas y a los "exit polls" formar parte de esas actitudes de desconfianza y a su vez ser también parte del tipo de respuestas más constante dentro del discurso político venezolano actual: la tergiversación, la mentira descarada y el no reconocimiento de las responsabilidades propias? Yo pienso que sí. La gente omitió decir su verdad antes y durante la votación y seguirán omitiendo decirla. La hostilidad política se interpuso entre nosotros. La verdad ha desaparecido del ambiente político, social y cultural. La mentira, la demagogia, la falsedad campean por sus fueros. Por ahora luchamos contra imágenes fantasmagóricas que parecieran desvanecerse al intentar tocarlas…

¿Y entonces?
A un suceso se le puede ver desde varios ángulos y por tanto de muchas formas y maneras. Recordemos la famosa película «Rashomón» del director japonés Kurosawa, ganadora del gran premio del Festival de Venecia en 1951 y del Óscar a la mejor película extranjera, ese mismo año. Película que está basada en dos cuentos de Akutagawa Ryunosuke, escritor japonés de principios del siglo XX, más conocido por el pseudónimo de «Gaki». Se trata de la violación de una mujer y el asesinato de un hombre, tal y como fueron vistos y luego narrados por cuatro testigos: un bandido , la propia mujer violada, el asesinado a través de un médium y el tallador de madera. Cuatro visiones diferentes. No queda duda del asesinato, pero sí de quién, cómo y por qué. Por tanto, ¿cual es la verdad?
Recientemente, apenas días atrás, vivimos la experiencia de un referendo revocatorio que no resultó como lo había previsto el grupo de ciudadanos que lo solicitó. Se puede decir que todo el tiempo se supo que las posibilidades de éxito eran menores que las de fracaso, aunque no deseábamos que fuera así. El cúmulo de factores artificiales y malintencionados en contra, era muy grande:
• Las complicaciones y enredos con el procedimiento y las interpretaciones legales, en el tiempo que duró el aberrado y reiterado proceso de recolección de las firmas para solicitud del referendo revocatorio.
• La invalidación injusta y artera de las firmas y del derecho que tiene el individuo a firmar.
• La indignidad de tener que aceptar la humillación de revalidar la firma .
• La indignidad e ilegalidad de perder el trabajo y oportunidades de trabajo o negocios por haber firmado.
• La apabullante propaganda del gobierno, utilizando los recursos del estado, que son de todos y para todos, para inclinar la votación a su demagógico interés.
• La prisión injusta y mortificante de los presos políticos del Táchira, los generales presos y el alcalde Capriles.
• La paralización de los juicios de aquellos que han atentado contra la sociedad en oposición política y de algunos criminales flagrantes o confesos.
• La entrega paulatina y constante de un país a la ideología y sistema de otro país, que no sólo no ha probado ser mejor, sino que prueba ser cada día más dependiente de nuestros recursos básicos.
• El montaje grotesco de un supuesto grupo paramilitar, que resultó ser un dramático picnic de celebración del día de la madre, con campesinos colombianos adolescentes, cachitos de jamón, uniformes militares, autobuses de lujo y sin armas.
• La generación de una actitud social ajena a nuestras voluntades tradicionales, contraponiendo a los venezolanos entre sí, creando problemas sociales donde nunca los hubo, intentando establecer una actitud revanchista y oposicionista en las clases más necesitadas.
• La manipulación caprichosa de los poderes públicos, sin que estos atiendan al clamor de las minorías y de los necesitados de justicia.
• El nombramiento de un Consejo Nacional Electoral, que pretende ser garante de equidad y justicia y termina siendo un aliado más al oficialismo.

Esa es mi apreciación. Cada uno de esos aspectos puede ser interpretado desde la óptica del que lo observa. Ese es el ángulo desde el cual yo lo veo. Otra visión es la de los afectos al oficialismo. Otra más es la de la OEA. Seguro que hay otras.

Utilidad del fraude
Hay muchas personas que opinan que hubo fraude en la votación del 15 de agosto. Otros opinamos que el fraude viene desde antes, ha estado todo el tiempo presente y seguirá estándolo. Podemos analizar todos los elementos que creemos son fraudulentos y nos quedaremos cortos, por que, entre otras razones, queremos que exista fraude. Necesitamos que se demuestre el fraude. Veamos por qué: en primer lugar, sólo el fraude podría explicar cómo perdimos si a mi alrededor casi todos decían que votarían por el Sí; segundo, las manifestaciones y marchas de la oposición siempre superan en numero de manifestantes a las del oficialismo; tercero, está claro, suficientemente, que el pueblo no es estúpido, y no se va a dejar engañar por los efectos cortoplacistas de las misiones y el derroche de dineros del erario nacional; cuarto, definitivamente, me niego a aceptar que los chavistas son mayoría; quinto, si hubo fraude, una parte importante de mi responsabilidad queda a salvo de la duda sobre mi actuación como factor político y, por supuesto, también la de los líderes que guiaron la fuerza opositora, particularmente en lo que respecta a la abstención; sexto, el homónimo sentido me dice que si hubo fraude, por que no me merecen ninguna credibilidad, ni los rectores del CNE, ni los observadores de aquí y de allá, ni las auditorías que se hicieron parcialmente y sin testigos apropiados, ni el escamoteo del derecho de reclamar y exigir el conteo total de las papeletas depositadas en las urnas de votación.
De nuevo, así es como lo veo yo.

¿Qué pasa con quienes se sienten defraudados?
Trataremos de analizar que está pasando con el venezolano en la actualidad.
Hay profesionales de la medicina que por nuestro trabajo debemos estudiar y estar preparados para atender a las personas que resultan víctimas de sucesos ambientales, tales sucesos pueden darse en diversas situaciones. Algunos ejemplos serían lo sucesos vividos cuando el terremoto de Caracas o los correspondientes al deslave de diciembre de 1999. Otros, menos notorios desde el punto de vista de la salud, pero igualmente dramáticos, serían el 4 de febrero de 1992, el 11 de abril, el paro de diciembre del 2002, el 6 de diciembre del 2002 y recientemente, el 15 y el 16 de agosto, próximo pasado. Algunas de estas fechas despiertan con su solo recuerdo la sensación de desastre, de tragedia, otras, la angustia y hasta el miedo.
Atender a las personas en situación de víctimas de sucesos de ese tipo, no implica que estas se estén dando cuenta de lo que están atravesando. De hecho las personas piensan y sienten que están bien y que sus reacciones son adecuadas y cónsonas con la situación que están viviendo. Aún más, algunos consideran un atrevimiento y hasta una falta de respeto la intervención profesional.
Los primeros indicios de que la situación ambiental se deteriora pueden ser súbitos o de lenta presentación. Esta primera fase constituye lo que llamamos «período o fase de alarma». El caso que nos ocupa ha sido de muy lenta presentación, casi dos años, en los cuales se ha venido generando aprehensión pública creciente y avisos frecuentes del posible peligro. La respuesta natural a este tipo de amenaza potencial es, generalmente, un incremento continuado de la ansiedad y de la aprehensión. La manera como afrontemos esta situación deberá constituir la base de la respuesta del individuo ante el futuro impacto del suceso. Por supuesto, aquellas personas que en esta fase inicial se lleguen a sentir sin esperanza y sin posibilidades, pueden experimentar estrés severo.
Al período de alarma le sigue el de amenaza real, al cual denominamos: «período de amenaza». Es muy similar en su concepto al de alarma, pero su característica diferencial es que se aprecia la percepción del peligro como inminente, inmediato. Lo importante en ese momento es decidir en base a la evidencia captada, si se trata solamente de un aviso, si la percepción de inminencia es prematura o está sobredimensionada, si es innecesaria la consideración de amenaza o si se trata de una verdadera e inminente amenaza. La afectación para las víctimas es igual en categoría, pero de mayor intensidad que la del período de alarma.
El siguiente período es el correspondiente al «impacto», es decir al suceso, que es sentido en toda su magnitud y fuerza por la comunidad. Algunos presentan conductas emocionales extremas y están por tanto completamente incapacitados para afrontar la situación y para seguir el liderazgo o dirección de otros. Pero la mayoría de las personas no presentan mayores reacciones, no entran en pánico ni en fuertes ansiedades, pueden presentar algún sentimiento de miedo bastante controlado y son capaces de atender y colaborar con los guías y expertos para las tareas necesarias en la comunidad. Un grupo minoritario asume una actitud planificadora y otros, o los mismos, asumen liderazgo o dirección y pueden incluso emerger en ausencia de líderes ya establecidos, recibiendo entonces el apoyo de la comunidad y, principalmente, de las víctimas.
Durante este período de impacto, las personas sometidas al padecimiento del suceso pueden experimentar un amplio rango de respuestas. Las más frecuentes son: elevada tensión psíquica que puede manifestarse por incapacidad para atender y entender, las personas no fijan la atención ni se pueden concentrar en una tarea, están irritables y proclives al sobresalto y al llanto o al mutismo, expresando estas últimas actitudes en forma de perplejidad y desorganización; puede haber confusión, que puede presentarse con pérdida de la orientación en el tiempo y a veces respecto del lugar y hasta con las personas, en casos extremos puede haber desorientación respecto de si mismo, no sabiendo o no recordando que hace allí, por qué está en ese lugar o qué ha sucedido; los sentimientos de desesperanza, fatalistas y de desastre continuado e inmediato, son muy dolorosos y muy difíciles de calmar; por último, se puede presentar agitación psíquica y hasta psicomotora, encontrándose la persona en movimiento continuo y sin propósito aparente.
El período siguiente al impacto es conocido como «período de inventario», en realidad ese no es un buen nombre, ya que no define con precisión el momento que viven las víctimas. Probablemente la palabra «análisis» sea más apropiada. Incluso dividir en dos etapas este período: análisis e inventario, define mejor lo que observamos que sucede en ese momento. Quienes han pasado por el impacto tratan de evaluar lo sucedido y llegar a entender lo que realmente pasó. Este período puede durar minutos o semanas. No es predecible su duración o intensidad y no está relacionado con la intensidad del suceso. Así, un terremoto puede quedar como explicación y captarse sus proporciones en apenas horas o pocos días; un intento de golpe de estado puede generar una incertidumbre tal que, días después, no esté todavía claro lo que pasó; unas elecciones sospechosas o amañadas pueden ser motivo de cuestionamiento, estrés, incertidumbre, rabia, sorpresa, tristeza, desilusión etc., aún meses después.
Durante esta etapa las personas pueden mostrar muchos síntomas somáticos, tales como: quejas múltiples, dolores, «neuritis», «reumatismos», síntomas gripales o de influenza, los llamados «catarros», diarreas, digestiones incompletas o difíciles, cefaleas y pérdida del apetito. Se suelen presentar dificultades para dormir, o bien por exceso de sueño, sueño a toda hora o por defecto, presentando mucha dificultad para coger el sueño o para mantenerlo y a veces despertándose en la madrugada por haber estado soñando pesadillas o bien se despierta con el pensamiento del suceso en la mente y no puede descansar adecuadamente. A veces se presenta fatiga, llanto rápido y fácil, apatía o poco interés en las cuestiones habituales para esa persona y hasta depresión. Pueden algunos presentar delirios, otros confusión o ambas cosas. La ansiedad crónica y el miedo crónico, son muy frecuentes. Casi generalizada es la sensación de aplastamiento, que puede ser ahogante, como «con un peso en el pecho», o como «una piedra en la cabeza».
La rabia es tanto más frecuente cuanto más incomprensible el suceso. La rabia contra la acción de la naturaleza puede tomar la forma de blasfemia, maldición o incluso de renegar de las creencias religiosas o espirituales. La rabia por las acciones de los humanos, como los sucesos del 4 de febrero, el 11 de abril, el 6 de diciembre, el 15 de agosto y el 16 de agosto, pueden llevarnos a ejercer la «justicia» por la propia mano, como puede ser un linchamiento o a efectuar e incitar a otros a la rebelión, también a desarrollar un sentido justiciero inadecuado por revanchista, es decir vengativo, rencoroso y enconado.
Por último mencionaremos la fragmentación social como producto infeliz de un suceso cuyo impacto es destructor tanto física como moralmente. Con este término nos referimos a la situación por la cual las familias y las relaciones sociales de la comunidad son separadas y fragmentadas por efecto del impacto del suceso. También puede verse cuando las personas se distancian como consecuencia de sus diferencias políticas, sobretodo cuando tales diferencias son estimuladas por discursos políticos irresponsables, cuyo estilo es más importante que el contenido, pero el público no puede captar dicha diferencia, pues por sus necesidades emocionales y sus carencias de necesidades básicas, está deseando escuchar alguna satisfacción, aunque sea verbal, de su predicamento permanente. La consecuencia es el distanciamiento social y la separación física, o bien en clases sociales definidas por el rencor o en zonas geográficas, también definidas por las diferencias. Tal es el caso de la ciudad de Caracas, separada en varios trozos, el oeste, el este, Petare, Chacao, Baruta, etc. Diferencias nada sutiles, que se constituyen en módulos representativos de las actitudes políticas y las ventajas o desventajas de los grupos sociales.
En este período de análisis o de inventario la mayoría de los individuos que han padecido alguna de la sintomatología que hemos descrito, suelen recuperarse rápidamente y regresan a la normalidad con prontitud. Otros se estabilizan en un nivel de incapacidad moderado o más serio. En casos de estrés severo y prolongado, los síntomas pueden establecerse como patologías permanentes y durar toda la vida y hasta pasar a los descendientes inmediatos. En general, en este período, la escena social se aprecia fragmentada y vemos así muchas personas aisladas, algunos de los cuales se sienten sobrecogidos, abandonados o ensimismados, otros, por el contrario, se dedican activamente al esfuerzo de la ayuda y la colaboración en el rescate; otros, también de forma individual al principio, se mueven por la escena del suceso en busca de entender mejor la situación.
La aparente confusión de las gentes, en realidad no es tal, ya que muchos individuos están envueltos en actividades con elevado propósito comunal y social, pero no están siendo coordinados socialmente. Como ejemplo baste este libro, que es el resultado de coordinar los esfuerzos individuales de los distintos autores, en un solo esfuerzo común con una orientación específica, para un propósito de rescate, es decir, de esclarecimiento, apoyo y estímulo emocional a la comunidad.
Así pues, el siguiente período es el de «rescate». Esencialmente prestaremos ayuda a las víctimas o sobrevivientes, para que puedan afrontar las consecuencias del evento, del desastre.
Además de la sintomatología dicha anteriormente, que observamos en el período de inventario, veremos como algunas de estas personas reaccionan con choque emocional, como ya lo describimos y otros manifiestan problemas emocionales serios de forma continuada o permanente. Se ha descrito un «Síndrome del desastre» con el cortejo sintomático de apatía, aislamiento y regresión en los procesos cognoscitivos (No entender, no comprender, no captar globalmente el asunto).
Al rescate le sigue el «período de remedio o reparación». Este es, quizás, el más largo de los períodos. En él comienza a sentirse, por parte de la comunidad, un incremento progresivo de la moral y del espíritu de cooperación en el esfuerzo de resolver los problemas actuales y en la planificación para el futuro. La comunidad ejerce presión para la rehabilitación propia y de los individuos. Pero también se sienten más los efectos emocionales a largo plazo del impacto. Estamos hablando del primer mes cumplido y hasta más o menos seis meses después.
Al rescate le sigue la «restauración» o reconstrucción. Como su nombre lo indica, es el espacio en el cual debemos intentar volver a ser como éramos o como estábamos antes de que comenzara todo este suceso y si ello no fuere posible, entonces debemos quedar con la mejor reparación o reconstrucción posible.

¿Cómo aliviar al que sufre?
Habiendo analizado las causas posibles de los padecimientos que tenemos, la incredulidad, la desconfianza y el desagrado mezclado con rabia y malestar anímico, es conveniente que veamos que podemos hacer para aliviarnos, fortalecernos y marcar un camino de esperanza y éxito para el futuro:
• Lo primero, es recordar, en todo momento, que la ansiedad le permite al individuo movilizar los recursos rápidamente y el pánico puede llevar al caos, desorganización y fallo en responder. Casi como corolario se impone que debemos enfocarnos en disminuir y anular o evitar el miedo y el pánico. Tener en cuenta, sin embargo, que algunas ansiedades, como la anticipación del fracaso o del fallo, pueden ser paralizantes.
• Lo segundo, debemos luchar por que la verdad resplandezca. No bajar la guardia ante las mentiras, tergiversaciones, engañifas y teatros oficialistas. Cuando no está más la verdad, la gente asume como tal todas las mentiras. Desenmascarar, al costo que sea, no tolerar las mentiras y los engaños, no ser cómplices de tramoyas y sainetes políticos y sociales. Apoyar las iniciativas sanas, adecuadas, generosas y respetuosas de las leyes y del individuo. Apoyar y defender sin desmayar a quienes son víctimas de la injusticia y de los proceso de retardo y agravación que ha montado el oficialismo.
• Tercero, no caer en la trampa de asumir la derrota, por muy fraudulenta que ésta sea, como destino nefasto e imposible de remontar y mucho menos como consecuencia del supuesto fraude continuado del pasado y del futuro. Ante el fraude del futuro, si tal llegara a existir, ir a elecciones con asunción completa de nuestra vocación democrática y demostración pública inequívoca de nuestra frontal y diáfana decisión de enfrentar el presente estado de cosas con una oferta política, social, cultural y personal que esboce un futuro promisor, esperanzador y cónsono con nuestros principios y aspiraciones colectivas y personales. No caer en la trampa que exige el reconocimiento de la derrota en la votación. Si creo en el fraude no puedo convalidarlo con la complicidad de rubricarlo. No aceptamos lo que pasó y seguiremos luchando por el futuro. Buscaremos las pruebas de lo irregular todo el tiempo, en todas los sitios posibles. Ellos, que se paguen y se den el vuelto y si en el futuro persisten en el manejo turbio y artero de lo electoral, seguiremos sin aceptar los resultados, aunque participemos en ellos, pues por ausencia de contendores políticos, plataforma ideológica y contenidos programáticos, no será que perdamos una elección.
• Cuarto, no debemos sentir miedo y debemos fomentar en los demás que no se dejen paralizar por el temor. También debemos comprender que tal temor existe en tirios y troyanos, los unos y los otros sentimos miedo, pero debemos superarlo, hacer de tripas corazón y jugárnosla todo el tiempo. Con miedo no construiremos un país, por el contrario nos destruirán el nuestro para convertirlo en fuente de poder omnímodo y de riqueza corrupta para una clase política cuyo interés disfrazado con el populismo se orienta a la dictadura constitucional autoritarista y despótica.
Está claro que vivimos en un país en el cual se entronizó el temor. La baza jugada por el gobierno de ser amenazadores, conflictivos, opositores de los opositores, estimuladores del caos social, represores del uso de las libertades consagradas en la Constitución, interpretadores convenientes y convenidos de las leyes; el uso de un lenguaje cuyo estilo es agresivo, confrontador, descalificante y despreciativo hacia la disidencia y hacia quienes, simplemente, no les acompañan; la pobreza incrementada y el desempleo; la necesidad del trabajo informal; el incremento de las necesidades básicas no satisfechas y el consecuente aumento de la criminalidad, también asociado al discurso permisivo e incitador al desconocimiento de las normas elementales de convivencia; ha horadado la fortaleza y tradicional conducta respetuosa de las convenciones sociales apropiadas a la convivencia de la que siempre hizo gala el venezolano.
• Quinto, hay algunas actitudes que si las adoptamos tienden a disminuir sensiblemente las dificultades en la comunicación con los demás y ciertamente en el ámbito familiar, social y político eso es muy importante. La buena comunicación se caracteriza por que uno expresa sus sentimientos de manera abierta y directa y estimula a los demás a hacer lo mismo, tratando de escuchar y entender lo que los otros piensan y sienten.
Entendamos que si nos ponemos a la defensiva, discutidores, oposicionistas y querulantes, sin tratar de entender los sentimientos de nuestros interlocutores, lo que estamos haciendo es un ejercicio en egocentrismo inútil, no estando interesados en lo que los demás tienen que decir, piensan o sienten y sólo mostrando interés en que los otros nos oigan y estén de acuerdo. Por otro lado, si negamos nuestros sentimientos y los manifestamos de manera indirecta, nos pondremos trompudos o sarcásticos, que son maneras de mostrar pasivo-agresividad. También las amenazas directas, los rechazos y hasta los ultimátum, son agresividad activa y, obviamente, mala comunicación.
• Sexto, es importante reconocer nuestras responsabilidades y asumirlas. No es posible que sigamos pensando que las culpas de los sucesos las tienen los demás. La abstención de los votantes es responsabilidad de cada uno de nosotros. No son los líderes políticos ni los partidos y facciones, quienes deben asumir tal responsabilidades. Es asunto de todos y cada uno.
• Séptimo, debemos pensar, meditar, razonar, calibrar los asuntos y las opiniones propias y las de otros. Es importante oír otras opiniones. Es importante estar informado. Pero es más importante conservar la paz interior, la serenidad, la ecuanimidad y la capacidad de ser ponderados y justos en nuestras apreciaciones y decisiones, así pues, debemos evitar el exceso de información y opiniones. A veces, como límite para la desproporción obsesivo y compulsiva de algunas personas, en su afán de conocer las «verdades» de la política, les sugiero que lean sólo un periódico, vean y escuchen sólo un programa de opinión y un noticiero al día por radio y TV, y que traten de no alterarse al discutir con familiares, amigos y vecinos.
• Octavo, descansar adecuadamente, dormir siete horas en promedio, comer sano y balanceado, no beber cantidades excesivas de café y/o alcohol, disminuir al mínimo posible el tabaco y los alimentos con alto contenido de grasas o fritos, distraerse con juegos de mesa, cine, radio, TV, paseos, lecturas interesantes o actividades creativas, hacer ejercicio físico y practicar un deporte, son actividades que «cambian el casete», como suele decirse.
• Noveno, de último, pero no por menos importante, sino como colofón a lo dicho, debemos recordar que la vida espiritual es fuente de paz y serenidad. Acercarnos a nuestras creencias religiosas en momentos de turbulencia anímica, siempre es bueno y deseable. La fe es fuente de valor y catalizador de la energía. La moderación y sublimación de las pasiones es deseable, pero la actitud para hacerlo debemos conquistarla con nuestro acercamiento a Dios.


Conclusión
Venezuela la conforman los venezolanos del Sí y los venezolanos del NO. Los unos miran a los otros como les parece y creen que así son, los otros piensan sobre los unos como les parece y así sienten que son. Unos le hicieron trampa a los otros. Los otros se hicieron trampa a sí mismos, pero ni los unos ni los otros lo pueden demostrar. Unos se sienten mal, defraudados, desilusionados y frustrados, los otros se siente mal, empobrecidos, con sentimientos de culpa por que así no es como querían mostrar su fuerza. La lista puede continuar, sin fin. En resumen nos sentimos todos mal. Al menos quienes lean y practiquen lo que aquí decimos, se sentirán mejor.


Bibliografía consultada y recomendada
- Novalis PN, Rojcewicz SJ, Peele R. Clinical Manual of Supportive Psychotherapy.American Psychiatric Press, Inc. Washington. 1993
- Fernández-Armesto F. Historia de la verdad y una guía para perplejos. Traducción: D. Chiner. Empresa Editorial Herder, S.A. Barcelona.1999
- Baca E, Lázaro J. Editores. Hechos y valores en psiquiatría. Editorial Triacastela. Madrid. 2003.
- Fromm E. El miedo a la libertad. Traducción: G. Germani. Editorial Piados. Buenos Aires. 1968.
- Resnik HLP, Ruben HL, Ruben DD. Editores. Emergency Psychiatric Care. The Management of Mental Health Crises. The Charles Press Publications, Inc. Bowie, Maryland. 1975
- Martín D, Boeck K. EQ. Qué es la inteligencia emocional. Traducción: Tortajada A. Editorial EDAT, S.A. Madrid. 1997
- Burns DD. Feeling Godd. The new mood therapy. Avon Books, Inc. New York. 1980
- Burns DD. The feeling good handbook. Plume. New York. 1999
Incertidumbre sin esperanza

(Artículo de opinión publicado en la revista electrónica Visión Analítica.com, el sábado 6 de noviembre de 2010)

A primera vista resulta un contrasentido plantearse que la incertidumbre conviva con la desesperanza. De hecho, en la falta de certeza existe una esperanza, sin ella no echaríamos en falta aquello que completa el “conocimiento seguro y claro de algo” y no tendríamos en nuestra mente “firme adhesión a algo conocible, sin temor a errar”, que son las acepciones de “certeza” publicadas por la Real Academia Española. Así pues, cuando los humanos padecemos de incertidumbre, lo hacemos porqué la esperanza nos invita a la búsqueda de la certeza. Cuando a la incertidumbre se le añade la falta de esperanza algo incongruente, anormal, inadecuado y conflictivo sucede.

Para los grupos de humanos el organizarse en sociedades de complejidad creciente es la regla. La organización por definición exige parámetros y estos se deducen de normas, regulaciones y leyes, que no siempre están escritas y casi siempre son sobreentendidas.

El orden y la organización de los grupos de seres vivos, siempre será perfectible, es cuestión de grado. De hecho, lo que para algunos constituye un desorden para otros puede ser un orden menos visible, pero efectivo.

Así mismo, el orden adaptado a las condiciones de cada uno de los estadios del desarrollo de la especie y de la sociedad, obviamente, dará paso a un nuevo orden, cada vez, supuestamente, más adaptado a los cambios de los individuos en su conjunto. La adaptación del individuo suele ser al orden suscitado por el grupo en su evolución y de esa adaptación diremos que se trata de alguien, por ejemplo, conformista o rebelde y de a uno a otro extremo habrán grados de percepción que formarán parte de su definición como individuo.

Sucede que quienes no se adaptan a la sociedad, pueden actuar solos o conformar grupos constituyendo entonces grupos al margen de la ley o al margen de las costumbres de la sociedad. Estos individuos y grupos pueden llegar a perturbar la estabilidad de la sociedad en todos sus niveles, pues sus maneras de formular su identidad termina siendo la de sentirse referencia de lo inadecuado, inaceptable, ilegal, antisocial o lo que sea en ese mismo sentido de inadaptación. Siendo muchas veces la propia sociedad la que por anomia da pie a esa situación.

El efecto resultante para la sociedad es entonces la inseguridad, la incertidumbre, el temor y finalmente, la falta de esperanza. Es cuando el individuo se paraliza ante el presente sin futuro que le muestra la inercia, la ineficacia, el desinterés y el extremado egoísmo de los gobernantes, cuya meta es solamente el control y la dominación de las voluntades e ideas del ciudadano.

Esa sociedad, con normas y leyes pero sin aplicabilidad efectiva o potencial de las mismas, es una sociedad enferma de desesperanza que es agredida por gentes cuya orientación es el desastre y cuya incertidumbre no tiene alivio, igual que para el ciudadano, víctima potencial, que siente entonces que ya no cree en nada ni en nadie y que no le interesa nada ni nadie, excepto sobrevivir y no importa como.
Vivimos en la actualidad en un país cuyo norte no es el de sus habitantes, su constitución y sus leyes no se corresponden con la práctica de sus gobernantes y cuyas normas y procedimientos sociales para la convivencia han sido trastocados por las acciones individuales, intuitivas e impulsivas de quienes abusan de la autoridad emanada de la voluntad popular.

Remedio para tal desafuero sólo existe en la revolución verdadera, en la afloración sistemática y continua de nuevos personajes, no necesariamente líderes, pero si obligatoriamente adaptados y deseosos de seguirlo estando y mostrando con su ejemplo los parámetros del comportamiento social adecuado y rendidor que todos esperamos para seguir desarrollándonos y no estancarnos en este caos, que, a no dudarlo, se resolverá, pero su costo para las generaciones actuales es cruento, impagable y muy inmerecido.